jueves, 9 de julio de 2009

El Tiempo...

El paso del tiempo marcó una distancia.
Ambos comprendían que la vida se perdía,
se desvanecía y se llevaba todo consigo.
La verdad era tan cruel
que mataba al murmurar.
Mataba sueños, ilusiones,
los despedazaba sin piedad.
Ella sentía una soledad demasiado incomprensible,
se sentía bien,
pero le estaba faltando algo.
El tiempo les enseñó
que no siempre las palabras dicen todo.
Las palabras nunca bastan.
Basta con una palabra sincera, con una sonrisa feliz,
un abrazo tan contenedor
que el alma sienta ganas de volver a vivir.
El gesto más pequeño.
Con eso es suficiente para comprender
que en realidad la vida pega fuerte
pero compensa dulcemente.
Entonces, besa nuestros ojos,
nos libra, nos desata
y nos deja volar en un mundo
que ya no es solo nuestro, sino que también es suyo.

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